7 Colores de la Sangre: Un Misterio, 3 Víctimas

Los 7 colores de la sangre es un thriller psicológico que se desarrolla en Berlín y sigue la cacería de un brutal asesino en serie. 

Este es uno de esos thrillers que mantiene despierta la intriga por saber quién es el asesino. 

La historia comienza con una serie de tres brutales asesinatos de mujeres cometidos en tres meses, poniendo a la policía de Berlín bajo una presión extrema. El asesino deja proclamaciones en las que hace alusión a siete “sanaciones”. 

De repente, los crímenes se detienen, y el caso parece que va a quedar en el olvido. Uwe Wilhelm construye una historia en la que el horror no reside únicamente en el asesino, sino en la sociedad que lo engendra. 

De modo que, el verdadero misterio no es cuántas víctimas habrá, sino qué las une. La fiscal Helena Faber y su exmarido, el comisario Robert Faber, se adentran en un caso donde la sangre es solo la superficie de algo más profundo: el dolor enquistado, los abusos que se ocultaron, la vergüenza que se heredó. 

Un año más tarde, aparece la cuarta víctima asesinada con la misma brutalidad. Helena se obsesiona con la captura de este hombre, que se hace llamar a sí mismo “Dionysus”, quien es consumido por un profundo odio hacia las mujeres. Es un thriller que explora temas de obsesión, odio y la lucha contra un adversario que parece estar siempre un paso por delante. 

Si lo vemos desde una perspectiva psicológica, el autor explora el concepto de disonancia moral: esa fractura interna que se produce cuando nuestras acciones contradicen los valores que decimos tener. En este thriller, nadie está libre de esa tensión. Incluso Helena, que busca justicia, se enfrenta al dilema de hasta dónde puede romper las reglas para alcanzarla.

El lector se convierte así en juez y acusado. Cada capítulo despierta preguntas incómodas: ¿Qué harías si supieras que tus silencios costaron una vida? ¿Hasta qué punto el pasado que callamos define quiénes somos hoy? Detrás de cada crimen hay una historia de abuso y silencio institucional. Wilhelm retrata cómo los traumas no tratados se transforman en monstruos emocionales.

El asesino encarna esa idea: una víctima que decide vengarse del sistema que no lo escuchó. Psicológicamente hablando, el personaje de Dionysus representa la catarsis distorsionada: el intento fallido de liberar el dolor mediante la destrucción. Su necesidad de “castigar” a los culpables es una búsqueda desesperada de equilibrio interno, una especie de justicia poética donde la violencia sustituye a la terapia. 

Los “siete colores” del título aluden (desde mi perspectiva) a las distintas capas emocionales del trauma: ira, vergüenza, miedo, negación, tristeza, culpa y venganza. El verdadero horror de Los siete colores de la sangre no es la crueldad de los asesinatos, sino el reflejo que deja en quien los observa. Porque todos, en algún momento, hemos guardado silencio ante algo que nos parece injusto. 

En cuanto a nuestra protagonista, me encanta que sea una mujer, de cierto modo siento que este es un thriller que intenta ser feminista, aunque al ser escrito por un hombre como que no lo logra por completo (pienso yo). Helena tiene sus fortalezas, como el ser de esas protagonistas que no buscan ser heroínas y el hecho de que puede ser implacable en el tribunal, pero vulnerable frente a sus propios errores.

Es precisamente eso lo que la hace tan humana. En un mundo dominado por el silencio, ella representa la voz que se atreve a romperlo, aun sabiendo que no saldrá ilesa. Helena sufre lo que en psicología se denomina fatiga moral: el agotamiento emocional provoca intente reparar lo irreparable, aunque esto vaya contra sus valores. Su relación con Robert funciona como un espejo emocional: juntos encarnan el conflicto entre justicia racional y justicia visceral.

En conjunto, Los siete colores de la sangre es una novela sólida y absorbente, con un manejo admirable del suspenso psicológico. Sin embargo, hacia el final comienza a perder un poco de equilibrio, sobre todo por la cantidad de situaciones extremas que recaen sobre Helena. Aunque muchos lectores interpretan su cierre como un renacer —un “ave fénix” que se levanta entre el caos— para mí su arco termina forzado y pierde credibilidad. Ese exceso de giros alrededor de su personaje debilita la fuerza emocional que la novela había construido con tanto acierto.